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Visita guiada a Palacio

En las clases de periodismo, es común que se hable de que la objetividad es imposible al informar porque todo acercamiento a un hecho es desde la subjetividad del propio profesional. En cambio, se cree que lo más cercano a esta búsqueda por informar con la verdad es la honestidad. La última semana, hemos visto prácticas alejadas totalmente de esa búsqueda, lo cual no es noticia, solo que esta vez ha sucedido con las dos únicas entrevistas que este año, hasta ahora, ha concedido el presidente Pedro Castillo en Perú.

El espectáculo más bochornoso ha sido, sin duda, el de Nicolás Lúcar. Probablemente pocas personas esperaban otra cosa distinta a una entrevista complaciente, pero aún así, Lúcar ha decepcionado. Ayer, Exitosa transmitió una visita guiada del presidente por Palacio de Gobierno a un periodista como parte de una propaganda con forma de entrevista.

¿Fue una entrevista política? Para nada, quizás una de personalidad —y se estaría ya ofendiendo a este tipo entrevista— que ha buscado humanizar, disculpar y victimizar, aún más, a un presidente que cree, que sueña y que fantasea con que está aprendiendo a conducir a un país, pero que solo ha hecho daño a la imagen de los campesinos y docentes.

¿Hubo preguntas y repreguntas que buscan alguna primicia?  Tampoco, de estas, solo su ausencia. Lo que se encontró fueron diálogos memorizados que intentan aparentar comentarios espontáneos que surgen del gran dominio sobre la realidad del país del presidente.

El único gran mérito de Lúcar ha sido su capacidad para entrevistar por más de una hora al presidente y no obtener ninguna pepa periodística. Como un periodista del oficialismo cubano, ha logrado no informar nada más que su comodidad con el gobierno. En cambio, ha introducido temas convenientes como el racismo, la hoja de coca y ha llamado «sus enemigos» a la oposición.

Lo de ayer fue una puesta en escena, más descarada que la de César Hildebrandt, que, por lo menos, consiguió alguna información novedosa, aunque aún muchas respuestas suenan a ficción. Sin embargo, igual, se observa en este último la intención de disculpar a Pedro Castillo.

Hildebrandt diálogo con el presidente sobre sus «errores» y las malas personas que se han acercado a su gobierno. Se queda conforme sobre cómo el presidente le presenta los hechos que lo vinculan con la corrupción y el terrorismo. Además, las fotografías dentro de Palacio, de un saludo de mano mirando a la cámara y de un casi abrazo, revelan la reverencia y sumisión del periodista, que luego intenta ocultar con la redacción de sus comentarios y preguntas.

Lúcar y Hildebrandt han demostrado que su servicio no está a informar a los peruanos, sino hacia el presidente. Lamentablemente, el tiempo pasará y serán disculpados, volverán a ser ‘objetivos’ y uno de ellos hasta seguirá siendo considerado una lumbrera.

 

 

 

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