
¿Cuántos peruanos fueron a la marcha del 27 de noviembre a favor del proceso de la vacancia? ¿Setenta mil, como dijo Rafael López Aliaga? ¿Siete mil, como dijeron otros? ¿O 70, como quisieron hacernos creer medios que incluso hoy en día, con todo lo que sabemos de Pedro Castillo y sus compinches, siguen defendiendo el gobierno de Perú Libre? Nunca lo sabremos.
Aunque en realidad, sí lo podemos saber. Las fotos de la aglomeración final en la plaza pueden llevar a un estimado razonable. No obstante, ¿importa? No, no importa. Los medios defensores del gobierno, así como los líderes de opinión y los periodistas fanáticos del sombrero, seguirán diciendo que la marcha fue un fracaso, mientras que los insatisfechos con el gobierno seguirán diciendo que fue un éxito. Ninguna cifra, ninguna foto, ningún dato podrá resolver ese conflicto que existe ahora en la narrativa alrededor de la vacancia.
Tomen en cuenta, por ejemplo, cómo estos líderes de opinión se resistieron por años a aceptar que el Perú estaba experimentando crecimiento económico. Cómo alegaban, por ejemplo, que la apertura comercial del Perú de inicios de siglo estaba trayendo quiebres y desempleo, cuando toda la data evidencia lo contrario. En el 2002, por ejemplo, Humberto Campodónico alegaba que el crecimiento económico peruano anual en promedio había sido apenas igual que la tasa de crecimiento de la población (1.6%), así que supuestamente sería como si no hubiésemos crecido nada. Luego, cuando el crecimiento económico era incuestionable (el mismo 2002, por ejemplo, crecimos 5.5%), tuvieron que pasar a negar algo más.
El negacionismo de la izquierda entonces se concentró en la reducción de la pobreza. Ya, está bien, estamos creciendo económicamente —aunque no aceptaban que habían estado equivocados hasta hacía ocho segundos–, pero, ¿acaso eso está ayudando a reducir la pobreza? ¡Los peruanos siguen igual de pobres que siempre! Los únicos que se benefician son los ricos. Mirko Lauer, por ejemplo, en el 2008 argumentaba que todas las cifras que los defensores del modelo económico podían proponer estaban bien, dentro de su contexto, pero que la “anciana con pollera y rasgos andinos… pobre hasta la mendicidad” seguía siendo el símbolo de los problemas profundos del país. Que representa a millones y que lo seguirá haciendo y que todo fue por gusto. Luego, cuando la reducción de la pobreza era incuestionable (entre el 2004 y el 2008 la pobreza se redujo de 58.7% a 37.3%), tuvieron que pasar a negar algo más.
El rechazo al modelo económico en estos analistas se materializa, entonces, a través de la negación de la reducción de la desigualdad. Ya, está bien, hemos estado creciendo económicamente y se ha estado reduciendo la pobreza –aunque tampoco aceptan que habían estado equivocados al respecto hasta hacía seis segundo–, pero, ¿acaso eso está ayudando a reducir la desigualdad? ¡Me pica el ojo de ver a otro peruano al que le está yendo mejor! Cada vez los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. Pedro Francke, por ejemplo, en el 2019 se atrevía a sugerir que solamente con un Estado como el boliviano, que había podido capturar rentas de las actividades extractivas, había podido reducir la desigualdad. Y que países con modelos capitalistas –como Perú– habían generado más desigualdad. Que las cifras dicen otra cosa completamente es algo que se escapa de la atención del ahora ministro de economía.
Es hasta cómico que Francke use a Bolivia como referencia exitosa, cuando tiene casi la misma desigualdad que Perú. Los índices de Gini de ambos países son 41.6 y 41.5, respectivamente. No solo eso, sino que ambos han reducido sus respectivas desigualdades casi al mismo paso. No obstante, nosotros para entonces teníamos una incidencia de la pobreza muchísimo menor que la boliviana: 20.2% contra 37.2%. Es decir, ellos son todos “más igual” de pobres, mientras que nosotros estábamos siendo cada vez “más igual” de menos pobres. Pero como vemos, las cifras les llegan con una década de retraso. Quizás podamos conversar con Francke de esto en 2031, cuando se entere que el modelo económico peruano sí había estado reduciendo la desigualdad… hasta que él entró al MEF.
Por eso no importa cuántas personas fueron efectivamente a la marcha. Las cifras no importan. No con estos líderes de opinión que milagrosamente siguen teniendo seguidores a pesar de estar constantemente equivocados y de ser tan audaces que incluso llegan a sugerir que la matemática es un invento capitalista.