
Por: Hans Rothgiesser
El Perú ha sido bendecido con alta variedad ecológica. Contamos con muchos climas y recursos naturales y especies animales y vegetales. Es más, hay varias de estas especies que solamente se pueden observar en el Perú. Concentrémonos en tres parásitos interesantes que solo pueden existir entre peruanos.
Quizás el más conocido sea el del hongo ophiocorperulibreps kimfleminbaba, que se adhiere a hormigas obreras que se han pasado años construyendo una posición en el bosque, logrando que los demás insectos las eviten, por temer las consecuencias. El hongo se mete en su cerebro y altera su comportamiento. De pronto, las hormigas que tan preocupadas estaban de sobrevivir los siguientes cinco años se olvidan de todo eso y solo se preocupan por destruirlo todo. En el proceso el hongo logra acceder gracias a las hormigas a otros muchos insectos, logrando sobrevivir. Las hormigas, por supuesto, obtienen una muerte no solo dolorosa, sino humillante. Otros insectos del bosque las señalarán y se reirán. Después de todo, ellas se lo buscaron permitiendo que el hongo las infecte.
Recientemente se descubrió otro parásito, el cual parece provenir de nuestras propias pesadillas. Se trata de la avispa Zatychota, la cual no puede reproducirse por su cuenta. Si viviese sola, moriría por inanición. No obstante, en el reino animal peruano siempre hay especies que se dejan aprovechar para morir dándole a otros la oportunidad de no solamente sobrevivir, sino además reproducirse. Esta avispa con una sola picadura logra que una especie de araña (anelocaviamus exidignius) albergue a sus huevos en su interior. La siguiente generación de avispitas rojas nacen dentro de la araña. Mientras son inofensivas siguen viviendo dentro de la digna araña, que no aprendió nunca la lección de haber visto a sus compañeras arañas morir de esa misma manera en ese mismo bosque y en bosques aledaños. Se dejan convertir en incubadoras -ni siquiera se resisten al picotazo de la avispa, sino que lo reciben sonrientes-, luego en comida. Las pequeñas avispitas se irán comiendo a la araña por dentro. Cuando hayan crecido lo suficiente y tengan formas de defenderse por sí solas y de gritar sus propias arengas, comerán su camino para emerger de dentro del arácnido, como en una escena de Alien, el octavo pasajero. Hasta el final la araña seguirá defendiendo a las avispitas alegando que peor habría sido votar por la abeja.
Otro caso conocido es un hongo completamente distinto, aunque igual de mortal. Se trata del toxomarxasma lenindi. Infecta el cerebro de unos ratones con cerebro chiquitito -de lo contrario ya se habrían dado cuenta de que comer heces de gato causa este efecto-. Pareciera que la función de este ratón, el mus cojudignus, en el ecosistema no es servir de alimento para otra especie o alguna otra noble tarea, sino simplemente dejarse infectar el cerebro, como los zombis que ya eran desde antes, de tal manera que pasen de ser ratones tontos a ser ratones útiles. De hecho, el roedor consume las heces del gato y se cree muy astuto. Cree que está dándole un duro golpe al sistema, por alguna retorcida lógica que solo tiene sentido en su cabecita. En realidad, todo se trata de un complejo plan por parte del hongo para poder ingresar al cuerpo del ratón de esa manera y llegar al cerebro. Ocuparlo no es mayor problema, porque ya estaba vacío desde el comienzo. Luego genera una toxina que hace que el digno ratón sea más agresivo y se obsesione con una sola cosa. Así, le echará la culpa a una paloma de absolutamente todo. Si se quema bajo el sol, será culpa de la paloma. Si se accidente en las escaleras, es culpa de la paloma. Todo será culpa de la paloma. Relajará sus defensas y terminará siendo comido por un gato, el cual era el objetivo del parásito todo el tiempo. El hongo accede así a un organismo más grande y el ratón muere, sin mérito alguno. Todo para lo que sirvió fue para cargar a un parásito hasta su siguiente estación.
Como decía, la naturaleza es cruel. Sobre todo con los animales que se dejan.