
Cuando Alan García, joven y lleno de entusiasmo, llegó al poder en 1985, el país estaba en una profunda crisis. Cierto, los orígenes de esta crisis no los había generado él, ni el presidente previo, Fernando Belaunde. Era la acumulación de varios años de pésimas políticas anti técnicas de los gobiernos militares anteriores. No obstante, a él le tocó hacerle frente. Postuló a la presidencia sabiendo que su gobierno tendría que hacer algo al respecto y salió elegido. Así que, pues. Haga usted algo al respecto, señor presidente.
Lo que el gobierno de Alan García decidió aplicar fue una política expansionista. Es decir, inyectar dinero de distintas maneras, de tal manera que la población gaste dinero y demande productos de otros agentes económicos dentro del país. Estos, a su vez, tendrían dinero para comprar de otros y así se generaría un efecto en cadena que sacaría al país de la crisis. Era una fórmula conocida de hacía varias décadas y que para entonces ya se sabía que tenía limitaciones y que generaba inflación. Pero, ¿le importó eso al equipo de economistas que estaban a cargo? No realmente. Cualquier crítica era desechada de manera soberbia.
Entre los años 1980 y 1985 el gobierno de Fernando Belaunde intentó controlar la situación, pero no pudo. Este tuvo crecimiento solo los dos primeros años. El PBI de 1982 ya fue menor al del 1981 (S/.176,901 millones a S/.176,507 millones) para luego caer a S/.158,136 millones en 1983. Varios fueron los factores que explican este pobre desempeño. Pero por lo menos el país no estuvo engañado. Durante el gobierno de Belaunde sabíamos que estábamos mal y que las políticas no estaban funcionando.
En el año 1985 asumió el poder Alan García y su cambio de política por supuesto que dio un resultado positivo de corto plazo. Ese año terminamos con la caída del PBI, para pasar de S/.167,219 millones en el 1984 a S/.182,981 en el 1985 y a S/.200,778 millones en el 1986. Las políticas expansionistas siempre dan buenos resultados a corto plazo. Por supuesto que esto fue excesivamente celebrado por la prensa usual. Algo similar a lo que sucede hoy con los que celebran la recuperación del nuevo sol y otros logros reportados por el gobierno de Pedro Castillo para el 2021. Aunque, claro, en ese entonces no teníamos todos los recursos que tenemos hoy en día para acceder a data económica y ver si de verdad nos está yendo bien porque se están haciendo las cosas bien o porque se está empeñando el futuro cercano.
Y entonces vino la debacle, porque las advertencias eran reales. Los riesgos eran serios. La crisis que vino después fue incluso peor a la anterior. Caímos a S/.181,822 millones en el 1988, para después seguir cayendo a S/.159,436 millones en el 1989 y a S/.151,492 millones en el 1990. Es decir, al final de su gobierno, el Perú estaba produciendo menos que cuando había comenzado en el 1985. Éramos más pobres, porque había menos riqueza para distribuir entre más gente. Había más desempleo, puestos de trabajo más precarios y más desigualdad. Un desastre.
Si hubiese habido Twitter en esos tiempos, al comienzo de ese indefendible gobierno, habríamos tenido actores y cocineros burlándose en 1986 de que ése no era el comunismo que les habían prometido, que todas las advertencias eran mentira, que los alarmados debían pedir perdón, etc, etc. Lo usual a lo que ya nos quieren tener acostumbrados. Pero no. Los peruanos nunca aprendemos. Seguimos sin darnos por enterados que el proteccionismo es malo a largo plazo, que los bonos solo tienen un efecto positivo dentro de un periodo corto, etc. Seguimos aplaudiendo lo que ya sabemos que nos explotará en la cara. Lo que vendrá después será enteramente nuestra culpa por dejarnos engañar una vez más.