
Por: Brigitte Mendoza
Cuando se habla de nacionalización del gas, el primer país en el que pensamos como referente de esta práctica es Bolivia. Sin embargo, pocos conocen las consecuencias fatales que han tenido que asumir los bolivianos producto de esta mala decisión.
Todo empezó en el 2006 cuando el expresidente de Bolivia, Evo Morales, anunció la nacionalización de los hidrocarburos y ordenó la toma simbólica de las sedes de hidrocarburos por parte de las fuerzas armadas. El decreto que dispuso la nacionalización, establecía que los recursos volverían a ser propiedad de la nación y eso beneficiaría al país. Asimismo, determinaba un plazo de 180 días a fin de que las empresas petroleras se adhieran a los nuevos lineamientos legales. En caso contrario, dichas empresas podían abandonar el país. ¿Amenaza o negociación?
Es así que se dispuso a YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos) como responsable del control, explotación, producción y comercialización de los hidrocarburos. Evo Morales no esperó más para convocar a la población a movilizarse en caso de que alguna empresa intente mostrarse en contra. Esto de hecho generó que miles de personas se movilizaran en la Plaza Murillo de La Paz con una postura a favor de la nacionalización. Este suceso fue aplaudido como una gran victoria; sin embargo, el tiempo y la evidencia mostrarían que se festejó una falsa victoria.
Luego de 15 años, estos fueron algunos desaciertos que trajo la nacionalización del gas en Bolivia:
- Actualmente, Bolivia se está quedando sin gas. Algunos analistas señalan que no es consecuencia directa de la nacionalización. La evidencia muestra que si bien las empresas privadas quedaron a cargo de la operación técnica, este proceso generó que dichas empresas solo se dediquen a la explotación y no a la exploración. Ocurre que con la reducción de utilidades no resultaba rentable que se destinen fondos para la exploración de yacimientos de gas.
- La disminución de recursos de gas generó que Bolivia se vea obligada a firmar adendas con Brasil y Argentina en los contratos de envío de gas que mantenían. Además, estas estaban referidas a la reducción de gas que se negoció en un inicio. El exministro boliviano, Mauricio Medinaceli Monroy, mencionó, en una entrevista con el Diario La Gestión, que Bolivia disminuye cada vez más su capacidad exportadora de gas. Esto generará que en algunos años necesite importar gas para cubrir su demanda interna.
- Otra percepción nacional que se ignoró al tomar la decisión de nacionalización fue la proyección de no contar con reglas claras ni seguridad jurídica para invertir en el país.
Evidentemente, las consecuencias terminaron perjudicando a quienes aplaudían la nacionalización en Bolivia. De esa forma, justos pagaron por pecadores.
Por su parte, en el Perú, el primer ministro Guido Bellido publicó un ominoso post en Twitter en el que amenazaba con la nacionalización del gas en caso las empresas no quieran renegociar las utilidades percibidas. Tan solo ese desatinado tuit generó inestabilidad económica en el país. El dólar subió a 4.13 soles; es decir el sueldo mínimo de un peruano vale menos cada día.
Entonces, si la historia, la data, la economía y la lógica nos dicen que la nacionalización del gas es una pésima política, ¿por qué algunos países persisten en intentar que funcione? No caigamos en la falsa victoria.